LAS MUY PELIGROSAS DEFENSAS INMUNOLÓGICAS DEL MURCIÉLAGO


Como hemos dicho en otras ocasiones, sin la zoonosis, o lo que es lo mismo el contagio entre especies, la malignidad de la gripe, producida por el virus de la influenza o la de enfermedades producidas por los coronavirus que afectan a los humanos serían casi intrascendentes. Por ejemplo, sin zoonosis dejaría de existir la más peligrosa gripe A y, a la larga, la estacional B probablemente pasaría a formar parte del grupo de virus del resfriado, grupo que contiene además dos coronavirus históricos, de probables pandemias pretéritas y donde acabará probablemente el Covid-19 ya más amansado y lejos de la zoonosis.

La estadística nos indica con claridad que la virulencia de una enfermedad transmitida desde un primer contagio animal decrece de forma progresiva a medida que cada humano de la cadena de contagio va incorporando al virus nuevos anticuerpos, incluso la gran epidemia de ébola de 2014, según podemos ver por la evolución de contagios y muertes, durante los primeros meses la tasa de mortalidad era prácticamente del 100 %, mientras que pasados tres trimestre se redujo a cerca de un tercio.

En la evolución del Covid 19, vemos que en cada nuevo foco de contagio analizado crece progresivamente con el tiempo el porcentaje de asintomáticos contagiados, ya que es cada vez más difícil que los nuevos virus, menos malignos, mantengan los anticuerpos originales de las otras especies de la zoonosis. Poco tienen que ver los actuales virus con los primeros contagios de China o los de Bérgamo y mucho menos se asemejarán a los del próximo invierno, cuando los rebrotes, que lo serán por simple continuidad de la pandemia en circunstancias climáticas más favorables para el virus, se manifiesten como simple resfriado.

En el primer contagio entre animal y humano los antígenos del virus no ofrecen capacidad de neutralización por los anticuerpos del contagiado, ya que provienen de la “lucha” del virus con las defensas inmunológicas de otra especie y, aunque se trate de un virus que tras una veintena de contagios en cadena entre los humanos pueda quedar poco activo; el primer contagio por zoonosis e incluso los inmediatos pueden ser mortales aun en las mejores condiciones físicas de los primeros afectados, sobretodo porque al contagiarse los humanos de un virus adaptado a la lucha con otra especie, el virus se multiplica en el organismo humano con todos los anticuerpos de la especie anterior, produciendo un rechazo del organismo humano no sólo al virus, también a los anticuerpos del organismo anterior.

Son los anticuerpos de la especie transmisora de la zoonosis la clave de los principales problemas de la gravedad de las enfermedades contagiosas.

El murciélago derivado volador de los roedores que hace 65 millones de años crearon nuestro tronco genético es uno de los transmisores zoonóticos, sin duda, más peligroso.

Por una parte, su “proximidad genética” posibilita la zoonosis y por otra es un animal sumamente resistente a las infecciones que pueden llegar a los humanos, probablemente: ébola, covid (SARS Y MERS), entre otros…

Su resistencia, al no sucumbir a la infección, implica ser fácil portador asintomático y más si es muy móvil al ser volador.

Además, su elevada resistencia implica una extremada fortaleza de sus anticuerpos que neutralizan los antígenos de tantos virus, incluso tan poderosos como los del ébola, que más que un virus es un racimo de estos, que constituyen los filovirus.

Es la fortaleza de los anticuerpos del murciélago, que tras replicarse en las células humanas, mediante la zoonosis e incluso en las primeras infecciones entre humanos, hacen que nuestro organismo se vea impotente para neutralizar tan graves inquilinos o, incluso, actúe de forma desproporcionada con una avalancha de citosinas que puede ocasinar la propia muerte.


No obstante, los modelos nos indican que la tasa de mortalidad global del Covid-19 se tiene que reducir sobre el global de la población de T=6/100000 en marzo de 2020 al T=0.5/100000 en diciembre de 2020.

Esta claro que el volumen de anticuerpos humanos sobre el virus, a la larga, desplaza a los del supuesto murciélago con cada nueva infección entre humanos, y en la misma proporción temporal que la propia infección. Es decir, si la infección prospera inicialmente con el cuadrado del tiempo. Por ejemplo por día: 1,2,4,8…; también lo harán el aporte de anticuerpos humanos sobre los zoonóticos...

La malignidad de los contagios por zoonosis siempre son causa de alarma, ya que se extrapola su gravedad inicial al conjunto de la posible epidemia e, incluso, pandemia.

Los antecedentes de infecciones por coronavirus estaban muy vinculados a la fase inicial de zoonosis, principalmente por el SARS y el MERS que, por la proximidad del contagio desde el animal han sido extremadamente malignos.

De cualquier forma, los primeros contagios por zoonosis de la gripe A, ya fueran por cerdos o por aves, también han sido incluso peores. El problema, es que no hemos sido conscientes todavía de pandemias globales de coronavirus hasta ahora, si bien es evidente que han sucedido, al menos dos veces, de ahí que formen parte del catálogo de virus del resfriado común.

Se habla de éxito de confinamiento del Covid 03 SARS1, cuando se había considerado pandemia, a raíz de mostrar focos epidémicos en diferentes lugares del Mundo a partir de 2003. De forma casi misteriosa, la pandemia desapareció... Es evidente que perdió morbilidad a medida que los contagios se alejaron de la zoonosis e incorporaron anticuerpos humanos. De cualquier forma, en España y en muchos otros países a finales de 2004 e inicio de 2005 sobreviene una “gripe fantasma o, quizás, epidemia de coronavirus SARS 1” que al final fue casi tan virulenta que la del Covid-19, con las consecuencias del pánico informativo incluidas: ¿fue un resurgir del SARS1...?

Si analizamos las campanas de Gauss de los decesos ocurridos a raiz del Covid 19 y de otras gripes, como la del 2018, vemos que las áreas generadas sobre la media que indican el número global de muertes por exceso en el Euro-momo son bastante semejantes entre 2018 y 2020. No obstante, la campana del Covid 19 por su elevación extrema y pequeña base o varianza no ofrece similitudes con ninguna otra curva de excesos de muertes invernales, salvo la del invierno de 2004-2005, sobretodo en enero, con un exceso muy puntual de 13.000 muertes sólo en España, curva que indica un índice de contagio semejante a una progresión geométrica inicial de razón 2.5/día., dicho índice vendría a confirmar que la pandemia de dicho invierno sería del Covid 03 SARS 1.

Repetimos: de dar por válida la hipótesis de la pandemia global del Covid 03, tendríamos conclusiones bastante válidas.

Al estar lejos de la zoonosis, los rebrotes del Covid 19, aunque persistentes, no deberían ser graves, como no lo fueron los del probable Covid 03, una vez expandida la pandemia. Por ejemplo, en el invierno de 2005-2006, un año después, los excesos de muertes fueron mínimos.

Debemos insistir, una vez más, en la necesidad de retornar por lo menos a la pseudo-normalidad. Siempre se ha dicho que “mata más el pánico que el fuego…”, lo que da respuestas muy claras a lo sucedido.

El pánico y el consecuente caos sobretodo en las residencias y también en los hospitales causó más víctimas que el propio virus.

Por otra parte, el tren ranqueante de la economía, con pocas máquinas y con cientos de vagones que se para ahora ya en subida, a causa de un semáforo sanitario, no va a poder arrancar nunca, aunque los privilegiados se escapen en “Mystères”