COVID, VERSUS GRIPE

Son más que evidentes las elevadas diferencias estadísticas en el recuento de las muertes ocurridas por pandemias históricas de la gripe que casi siempre dan unos resultados numéricos muy bajos, salvo en la gripe “española” de 1918.

Como hemos dicho, el modo de tratar numéricamente la morbilidad de una enfermedad no se basa en sumar resultados parciales de distintas áreas. Debemos partir del global de muertes de un área determinada como por ejemplo España. A groso modo, y teniendo en cuenta el bajo índice de natalidad actual en Europa; en España cerca del uno por ciento de las personas de cada área mueren anualmente dada la esperanza de vida, superior a 83 años.

Por tanto, más de 400.000 personas deben fallecer cada año, más del 95 por ciento por causa natural.

Como vemos en la gráfica adjunta, el número de muertes crece cada año, de forma bastante independiente al crecimiento demográfico debido este último principalmente a la inmigración.

La causa principal de lo que hemos denominado acumulación de la ancianidad es que hace 80 años el índice de natalidad era el doble que el actual (ver artículo en esta misma sección y gráfica adjunta). Se aprecia ademas, que el incremento de muertes es regular con una razón próxima a +2 por ciento anual.

Las tres causas más comunes de muerte son: corazón, cáncer y problemas pulmonares estacionales. Estos últimos se doblan en los años de pandemias de gripe y pocas veces serían inferiores a 30.000 al año, acumulándose sobretodo en los grupos de mayor edad.

La regularidad de crecimiento de la recta media de muertes es paralela además al incremento de longevidad, lo que viene a indicarnos que, aunque se observen variaciones inter-anuales sobretodo estacionales con una clara influencia de las pandemias, es la acumulación de la ancianidad la razón invariable del incremento de muertes, sea cual sea sus causas.

Además, como podemos apreciar, tras años con mayor número de muertes por gripe o coronavirus, suceden otros en los que al haber fallecido mayor número de ancianos en el invierno anterior, el número potencial de personas delicadas es menor y en consecuencia hay un menor número de decesos.

Es fácil extrapolar en tales circunstancias, que los decesos por complicaciones pulmonares (neumonía) o renales no sean inferiores al 10 por ciento de las muertes, es decir, 45.000 y incluso cerca de 100.000 como consecuencia de pandemias mas graves.

Si comparamos el número de muertes atribuidas a la gripe con los excesos invernales de años pandémicos de dicha enfermedad podemos apreciar que el número de decesos atribuidos a la gripe apenas alcanza el diez por ciento de los excesos de muertes; por el contrario, si guardan una absoluta correlación que impide que el exceso de muertes pueda ser atribuido a otras causas, tal es el caso de pandemias severas, como las sucedidas en 1980, 1982.

Es evidente, que a la hora de certificar una muerte, es difícil acceder a las causas primarias, de ahí que el corazón acumule tantos resultados; al fin y al cabo, todos acabamos muriendo de forma definitiva cuando se para el corazón...

Dentro de los cuatro tipos de virus de gripe, A,B,C,D, el único al que se atribuye pandemias es al de la gripe A, en sus diferentes filos genéticos A (Hn, Nm). También, es al que se observa orígenes zoonoticos en los casos más graves: es decir, traspasos entre humanos y animales o viceversa, si bien se han encontrado virus tipo B en algunas focas, no se observan otros casos zoonosis que afecten a los humanos.

La gripe A, sobretodo en sus graves inicios zoonoticos es pandémica por su mayor gravedad que la hace activa en cualquier época del año y condiciones climáticas, lo que hace que se difunda con rapidez por cualquier continente y zona climática, sin tener que esperar a circunstancias menos inmunes de la población producidas por un clima más frio o la mayor edad de los contagiados.

Por tanto, aunque afecte todavía más de forma estacional a mayor número de personas, ofrece graves inicios en cualquier estación y perfil del afectado, por ejemplo en Méjico en setiembre de 2009 con la gripe A (H1N1).

A medida que va sumando aportes inmunológicos humanos en la cadena de contagios, la gripe A, pierde como con el coronavirus, nunca mejor dicho, “virulencia”, pasando a ser sobretodo estacional.

Como hemos dicho, como se observa en la variedad de virus que muestra el resfriado común, además del abundante rinovirus, el “catálogo” muestra: dos coronavirus históricos, uno de ellos quizás de la Covid 03 y otros de gripes “amansadas”, lo que indica que el resfriado es la pandemia satélite perenne donde confluyen pandemias y epidemias históricas.

Nuestra progresiva inmunización ha hecho que podamos convivir con el resfriado común, un conglomerado histórico de contagios víricos; hasta que nuestras defensas sean tan menguadas que nos impidan combatirlo, lo que nos impide vivir poco más de cien años...

Como hemos dicho, hay claros indicios de una ignorada masiva afectación de la anterior pandemia de coronavirus de 2003-2005 (Covid 03). Se observaron contagios admitidos en 30 paises de todo el mundo, con semejantes características de la pandemia del Covid 19: con orígenes locales muy parecidos; excesos elevados de muertes en muchos países, como en España o Suecia; cuantiosos casos de asintomáticos característicos de las Covid; semejante evolución; mayor afectación estacional; menor afectación infantil y juvenil que la gripe; incluso mutaciones posteriores observadas del Covid03, que hacen imposible la ausencia de contagios masivos.

Son evidencias estadísticas y matemáticas difíciles de esquivar, incluso por “ciencias” tan intervenidas por las secciones de ventas…