LA NECESIDAD DE UN CONTROL MÁS NUMÉRICO-CIENTIFICO DE LA INFORMACIÓN III


Por lo que decíamos en artículos anteriores y podemos ver ahora, casi nada se ha desviado de nuestras previsiones basadas en la pura estadística, salvo la persistencia, incluso más político-mediática que sanitaria, de hacer perdurar la particularidad del problema Covid.

Según podremos ver, en el Euromomo, tan sólo la primera oleada, la de afectación zoonotica, ha sido grave, sobretodo con las personas de mayor edad y delicadas, gravedad que se duplica si sumamos el pánico estructural que se dio no sólo en España. En según que países, la primera ola de afectación se dio en 2020 y en otros en 2021. El resto de “olas” incluidas las de la vacunación, no suponen, ni en años sucesivos de forma probable, un incremento de decesos significativo sobre años como 2018.

Desde el punto de vista del analista numérico ya sea estadístico o matemático, puedes saber si las cosas suceden con mucha o poca probabilidad, pero no el porqué suceden con certeza, aunque puedas tener una visión incluso a veces más sintética que la del especialista si éste no hace el necesario “abuso” del análisis numérico. Es decir, desde la estadística puedes ver el “bosque de los problemas”, pero no la afectación precisa de cada árbol.

Es evidente, que al intentar dar una respuesta a las causas probables, sin ser especialista, incurres en errores y desacuerdos con las definiciones o interpretaciones más aceptadas dentro de la especialidad, que deberían ser muchas veces re-interpretadas y corregidas por los especialistas, pero siempre en la línea que marca el análisis numérico, el que hace ciencia a las ciencias y el que se olvida con demasiada frecuencia...

Desde el análisis numérico, se pueden observar continuas contradicciones en cualquier sector de la información, incluso en la información científica, sobretodo en áreas de más reciente incorporación de la estadística, como las ciencias biológicas.

De forma errónea, en todo el proceso de información de la pandemia Covid-19, se han dado continuas informaciones contradictorias, sobretodo con la intención de salvaguardar la prevención de contagios, si bien el efecto ha podido ser el contrario...

Por ejemplo, se ha hablado de forma exhaustiva de “inmunización” por las vacunas, para estimular la aceptación general de la vacunación.

“Inmunización” es una palabra que da un sentido absoluto de no poder ser afectado por algo, lo que está muy lejos de los resultados de cualquier vacuna. Con posterioridad, tal palabra se utiliza menos y también el optimismo consecuente; como preveíamos en artículos anteriores, cuando las personas sobretodo mayores ya vacunadas enfermaron e incluso causaron excesos de mortalidad aunque no cuantiosos según el no demasiado consultado Euromomo.

Como los cortafuegos son incendios más o menos controlados que deben limitar la propagación del fuego, las vacunas son también infecciones “controladas” que deben generar los anticuerpos necesarios para evitar otras mayores. Si el cortafuegos es poco extenso y, por tanto, seguro de controlar, cuando lo alcance el incendio principal, las chispas saltarán por encima y habrá sido una acción inútil; por el contrario, si es demasiado extenso es fácil que se descontrole y se convierta en un nuevo foco.

Como vemos de forma habitual, como los cortafuegos, incluso las vacunas pueden causar problemas graves, si bien, los resultados globales deberían ser positivos, es decir, en su conjunto deben evitar un mayor número de muertes.

En determinado tipo de enfermedades, el periodo de inmunidad tras una vacuna o una infección es proporcional al grado de anticuerpos generados y éste, en general, al grado de afectación. Tanto con la gripe, como con la Covid, la vacuna sin “inmunizar del todo” tienen una vigencia aceptable media de entre sólo tres y seis meses, incluso menos por valoraciones posteriores.

Como hemos dicho, existen diferentes tipos de vacunas víricas:

A.-De ARNm del antígeno, la más nueva y biotecnológica, al ser sólo un segmento de ARN debe ser incapaz, en teoría, de reproducirse en las células afectadas, si bien no excluye otros problemas como las reacciones alérgicas causantes de los más inmediatos efectos, si bien no presenta problemas de coagulación tan graves, como las de adenovirus. De cualquier forma, las vacunas de segmento de ARN no deben presentar en suma más problemas que ventajas, salvo que con el paso del tiempo el antígeno zoonótico donde se centra la vacuna deja de tener protagonismo y las mutaciones, tanto en el coronavirus como en el virus de la gripe, hacen disminuir rápidamente su efectividad. Por otra parte, el ARN y más siendo sólo un segmento, al ser mono-catenario, es muy inestable, como lo sería una escalera de caracol (ADN) al que le faltase una de las barandas y escalones o bases. Por tanto, dada la inestabilidad de las vacunas de segmento de ARN, se requiere para su conservación de temperaturas muy bajas y de un mantenimiento más difícil, como veremos fueron problemas que al final se secundarizaron.

Este problema ha sido fundamental a la hora de elegir la vacuna favorita que acabó casi monopolizando las últimas vacunaciones de refuerzo, incluso para cualquier otro tipo...

Es evidente, que las de adenovirus, es decir, de virus entero causaron más problemas que los esperados, de ahí que caducaran y fueran retiradas de muchos países, eso sí, de forma silenciosa... Incluso en Bélgica, productora de una de las vacunas más “activas” de unidosis, el personal sanitario se llegó a manifestar para evitar la autoinoculación.

De cualquier forma, una determinada marca de vacuna de ARNm, de las que en teoría no pueden reproducirse como nuevos virus, con más sinceridad que otras, manifestó las dificultades de conservación que requerían incluso temperaturas de congelación especial. Es evidente que el ARN fuera de unas condiciones ideales dura microsegundos en transformarse.

No obstante, la marca más acaparadora del gran contrato multinacional y las otras de forma colateral, iban rebajando continuamente la temperatura de conservación, incluso casi podríamos decir al final, que el personal sanitario se podía pasar antes por la playa para tomar el sol con los viales de las vacunas incluidas…

La marca milagrosa llegó a vender muchas más vacunas que nadie en Occidente, si bien se vio que producían efectos casi equivalentes a la mutación más difundida y mitigada, la ómicron y que, por el contrario, no la neutralizaba. Se hablo, incluso, de falsos positivos producidos por la vacuna …?

B.- Vacunas de virus entero “muerto o mitigado” de los que se espera no sean capaces de su resurrección o recuperación e invadan las células como el propio virus zoonótico. Si bien, se han observado probables contagios causados por personas vacunadas y afectadas en fechas posteriores a la vacunación, casi siempre se ha negado, aunque no probado, que el vector del contagio no fuera la propia vacuna. De hecho, este problema puede justificar la persistencia de los antígenos zoonóticos, por la existencia de las propias vacunas...

Este tipo de vacuna con todo la estructura vírica, que debería ser más efectiva incluso a las mutaciones moderadas, es la más peligrosa, ya que sólo se mitiga la acción del parásito inoculado. Es el tipo de vacuna más clásica. Desde el descubrimiento de los los primeros vacilos por Koch y su inoculación “controlada”, siempre ha creado polémicas incluso históricas. Por ejemplo, en la epidemia de cólera de Valencia del siglo XIX con las vacunas fabricadas por Santiago Ferrán y las críticas de Ramón y Cajal.

En determinados países, como Dinamarca, padres del Euromomo, buenos estadísticos y vistos los resultados, de inmediato se opusieron a la vacunación de virus enteros. Por el contrario, en otros países donde se fabrican vacunas de este tipo se dieron, incluso, manifestaciones de sus sanitarios en contra de la auto-vacunación, además de observar segundas olas de excesos de mortalidad poco claras...

C.-Después, tenemos otras que podríamos llamar de restos fragmentados o muy deteriorados del virus u otros parásitos, por tanto poco afectadoras o estimuladoras de anticuerpos, como la vacuna china contra la Covid-19. También, por tanto, son menos efectivas, se las atribuye menos del 55 por ciento. Es probable, que la sanidad china sea bastante consciente de la poca necesidad de fabricar vacunas más agresivas tras la poca estabilidad del virus...

Como ya sucedía con los intentos de crear una vacuna global contra el resfriado, la mutabilidad de estos tipos de virus hace muy poco efectiva en poco tiempo la vacunación, tal como se observó tras la vacunación masiva de 2021 por la Covid 19. De hecho, si consideramos la extensión muy probable aunque no aireada de la Covid 03, salvo el fatídico 2004-2005, vemos que en los años siguientes no se observó un incremento de muertes apreciable por la más que probable pandemia, al estar ya distanciada la zoonosis y... sin uso de vacunas.

Por lo dicho, ¿qué vacuna es mejor..? Como hemos reafirmado; cuanto más nos afecte la vacuna, más anticuerpos genera y más se prolonga su efectividad y más, aunque no demasiado, nos “inmuniza” contra otras variantes o mutaciones. El problema es que si no se tiene la vacuna, como es lógico, en los momentos más graves del inicio de la zoonosis, ¿para que sirven..? si la pandemia perderá morbilidad y experimentará más de una mutación por mes de naturaleza humana y, por tanto, no zoonótica y menos grave...

Es evidente que los humanos tenemos una “experiencia genética inmunitaria innata”, de ahí la existencia de los linfocitos T o tímicos que nos salvan o al menos mitigan las consecuencias de muchas de las peores enfermedades históricas.

Basadas en la estimulación de la inmunidad innata, algunas de las vacunas más útiles realmente inmunizan por periodos muy prolongados, incluso de toda la vida.

Pero, ¿porqué hay vacunas para toda la vida y otras de pocos meses de efectividad…?

La respuesta más probable, es la pura estadística de la selección natural...

Si una enfermedad mata a los niños, no llegarán a mayores y se reproducirán, por tanto, habríamos desaparecido, de ahí que los niños acarreen el paquete inmunológico de la glándula Timo hasta que sean más mayores, fuertes y ya de mayores se reproduzcan. Es evidente, por tanto, que las actuales circunstancias no crearían problemas de extinción ni tampoco de inmunización innata…

Si se hace un recuento de los excesos de muertes de la Covid 19 (Momo y Euromomo), de forma invariable siempre afecta al mismo perfil, más del 80 por ciento a los mayores de 75 años y si se analiza la media de edad de las muertes sigue siendo invariable cercana a 83 años, próxima a la esperanza de vida de los países desarrollados y de forma independiente a la influencia de la vacunación.

No obstante, si que hay enfermedades actuales que matan a los niños y que antes ¿no existían…?

CIENCIA SIN NUMEROS

El problema que menos cuadra numéricamente con la ciencia establecida, es el concepto de zoonosis y la posterior reducción progresiva de la gravedad de las epidemias, un fenómeno estadístico incuestionable.

Como hemos dicho en otras ocasiones, sin la zoonosis, o lo que es lo mismo el contagio entre especies, la malignidad de la gripe, producida por el virus de la influenza o la de enfermedades producidas por los coronavirus que afectan a los humanos serían casi intrascendentes. Por ejemplo, sin zoonosis dejaría de existir la más peligrosa gripe A y, a la larga, la estacional B probablemente pasaría a formar parte del grupo de virus del resfriado, grupo que contiene además dos coronavirus históricos, de probables pandemias pretéritas y donde acabará probablemente el Covid-19 ya más amansado y lejos de la zoonosis.

Aunque parezca contradictorio con los conceptos actuales de la evolución de los virus, la estadística nos indica con claridad que la virulencia de una enfermedad transmitida desde un primer contagio animal decrece de forma progresiva a medida que cada humano de la cadena de contagio va incorporando al virus nuevos anticuerpos, incluso la gran epidemia de ébola de 2014, según podemos ver por la evolución de contagios y muertes, durante los primeros meses la tasa de mortalidad era prácticamente del 100 %, mientras que pasados tres trimestre se redujo a cerca de un tercio.

En la evolución de la Covid 19, vemos que en cada nuevo foco de contagio analizado crece progresivamente con el tiempo el porcentaje de asintomáticos, ya que es cada vez más difícil que los nuevos virus mantengan los anticuerpos originales de las otras especies de la zoonosis. Poco tienen que ver los actuales virus con los primeros contagios de China o los de Bérgamo y mucho menos se asemejarán a los de los próximos inviernos, cuando los rebrotes, que lo serán por simple continuidad de la pandemia siempre perenne del resfriado y sus mutaciones, en circunstancias climáticas más desfavorables, se manifiesten de forma más acusada. No debería ser un problema más grave si no hay una nueva zoonosis, accidental o no...

Es evidente que si se vuelve de nuevo a un mayor equilibrio socio-economico, la enfermedad deberá ser aceptada como simple resfriado; simple, por lo habitual de su persistencia, aunque mate de forma cuantitativa más que ningún otro contagio; lo que indica que en realidad es un problema perenne que no se ha acentuado, según los indicadores numéricos.

LA SIEMPRE PELIGROSA E IGNORADA ZOONOSIS

Tanto en las pandemias de la gripe, como del coronavirus, en los primeros contagios entre animal y humano los antígenos del virus no ofrecen capacidad de neutralización por los anticuerpos del contagiado, ya que provienen de la “lucha” del virus con las defensas inmunológicas de otra especie y, aunque se trate de un virus que tras una veintena de contagios en cadena entre los humanos pueda quedar menos activo; el primer contagio por zoonosis e incluso los inmediatos pueden ser mortales aún en las mejores condiciones físicas de los primeros afectados, sobretodo porque al contagiarse los humanos de un virus adaptado a la lucha con otra especie, el virus se multiplica en el organismo humano con todos los anticuerpos de la especie anterior, produciendo un rechazo del organismo humano no sólo al virus, también a los anticuerpos del organismo anterior.

Son los anticuerpos de la especie transmisora de la zoonosis, para nosotros antígenos, la clave de los principales problemas de la gravedad de las enfermedades contagiosas.

Los anticuerpos zoonóticos, transformados en agresivos antígenos para los humanos, crean reacciones alérgicas intensas que afectan incluso más a los jóvenes o menos mayores, como se observó en la gripe “española” de 1918, por la avalancha consecuente de citocinas, sobretodo cuando en la época no habían para las alergias antihistamínicos, ni antibióticos válidos para las infecciones bacterianas consecuentes; mientras que las personas mayores son más vulnerables a los efectos mas paulatinos de coagulación por la infección progresiva del virus, potenciadas por las deficiencias circulatorias u otros problemas de la edad mayor, problemas que se incrementan con el frio, de ahí la estacionalidad de las epidemias sobretodo cuando son menos agresivas. Por tanto, son lógicos los éxitos estadísticos de los antiinflamatorios como la aspirina u otros, sobretodo, si se han tomado de forma preventiva y controlados sus efectos.

El murciélago derivado volador de los roedores que hace 65 millones de años crearon nuestro tronco genético es uno de los transmisores zoonóticos, sin duda, más peligroso.

Por una parte, su “proximidad genética” posibilita la zoonosis y por otra es un animal sumamente resistente a las infecciones que pueden llegar a los humanos, probablemente: ébola, covid (SARS Y MERS), entre otros…

Su resistencia, al no sucumbir a la infección, implica ser fácil portador asintomático y más si es muy móvil al ser volador.

Además, su elevada resistencia implica una extremada fortaleza de sus anticuerpos que neutralizan los antígenos de tantos virus, incluso tan poderosos como los del ébola, que más que un virus es un racimo de estos, que constituyen los filovirus.

Es la fortaleza de los anticuerpos del murciélago, que tras replicarse en las células humanas, mediante la zoonosis e incluso en las primeras infecciones entre humanos, hacen que nuestro organismo se vea impotente para neutralizar tan graves inquilinos o, incluso, actúe de forma desproporcionada con una avalancha de citocinas que puede ocasinar la propia muerte.

Esta claro que el volumen de anticuerpos humanos sobre el virus, a la larga, desplaza a los del supuesto murciélago con cada nueva infección entre humanos, y en la misma proporción temporal que la propia infección. Es decir, si la infección prospera inicialmente con el cuadrado del tiempo. Por ejemplo por día: 1,2,4,8…; también lo harán el aporte de anticuerpos humanos sobre los zoonóticos.

De no existir las vacunas sería prácticamente imposible que el antígeno zoonótico pudiera perdurar con el paso del tiempo después del continuado aporte de anticuerpos humanos tras una larga cadena de contagios. Naturalmente, si se pretende crear anticuerpos a partir de la la infección mitigada de una vacuna válida, deben ser del virus o segmento de ARN del antígeno zoonótico.

Aunque aparentemente no puede ser, ya que un segmento de virus de una vacuna no es un virus, el problema es asegurar realmente que el antígeno zoonótico no pueda prosperar en la generación de una nueva epidemia, sobretodo si el primer organismo humano receptor de la vacuna tenía condiciones inmunológicas demasiado mermadas, en tal caso se crearía un circulo vacunación-infección que se perpetuaría, aunque probablemente fuera menos grave que la pandemía zoonótica original.

Entraríamos en la peligrosa situación de problema reiterado de mitigación perdurable, que sería más difícil que prosperara en unas condiciones de libre competencia de mercado, que en otras de “sector protegido”, los que ahogan a las economías democráticas occidentales...

También está claro que la vacuna puede generar casi tanta reacción alérgica como el virus incluso zoonótico. No olvidemos que tales reacciones, como la tormenta de citocinas, causaron el mayor número de muertes en la gripe de 1918 y lo siguen haciendo incluso entre los menos mayores en la actualidad.

SALVAGUARDAR MAS:¿ LA ESTRUCTURA O LA FUNCION?…

Es evidente, que pese a sus innumerables contradicciones y capítulos poco claros, el sector farmacéutico ha sido bastante más positivo que negativo. Pero, un sector que hace abuso creciente de la información más conveniente sobre la información más probable o real, aparte de menospreciar el conocimiento del resto de la población incluidos especialistas de ciencias numéricas, crea sobre si misma demasiadas contradicciones al cambiar constantemente el guión, lo que da la sensación de un retorno a la edad media, donde entonces los hombres de “negro” para salvaguardar las “almas”, con la complicidad de los poderes feudales de entonces, sometían cualquier voluntad o crítica a lo que todos sabemos…

Pese a la blancura de su aspecto, se trata de un sector que ha pagado cerca de cien mil millones de dólares en sanciones desde 2003 sólo en los Estados Unidos, donde la democracia está más consolidada, afectando al 85 por ciento de las 35 primeras empresas, quizás debamos considerar que es un sector que por el bien de todos debería ser, por una vez, más público que privado.

Entre la gripe española de 1918 y hasta la gripe asiática de 1957-58 pasaron 40 años sin nuevas zoonosis de la gripe A, durante un periodo que no habían vacunas de la gripe, si bien ya en 1945 se probaron las primeras en el ejercito norteamericano, no parece que las grandes pandemias de la gripe asiática A(H2N2) y de Hong Kong A(H3N2) tuvieran que ver con las vacunas, como siempre el número de muertes atribuidas a ambas gripes podría ser multiplicado por diez. Por el contrario, la persistencia de la última A(H3N2) ya es otra cosa...

Sin duda, el capitulo más extraño es la aparición en 2009 del “arqueovirus”A(H1N1) de 1918, que ya hemos comentado en otros artículos…

La malignidad de los contagios por zoonosis siempre son causa de alarma, ya que se extrapola su gravedad inicial al conjunto de la posible epidemia e, incluso, pandemia.

Los antecedentes de infecciones por coronavirus estaban muy vinculados a la fase inicial de zoonosis, principalmente por el SARS y el MERS que, por la proximidad del contagio desde el animal han sido extremadamente malignos.

De cualquier forma, los primeros contagios por zoonosis de la gripe A, ya fueran por cerdos o por aves, también han sido incluso peores. El problema, es que no habiamos sido conscientes de pandemias globales de coronavirus hasta ahora, si bien es evidente que han sucedido, al menos dos veces, de ahí que formen parte del catálogo de virus del resfriado común.

Se habla de éxito de confinamiento del Covid 03 SARS1, cuando se había considerado pandemia, a raíz de mostrar focos epidémicos en diferentes lugares del Mundo a partir de 2003. De forma casi misteriosa, la pandemia desapareció... Es evidente que perdió morbilidad a medida que los contagios se alejaron de la zoonosis e incorporaron anticuerpos humanos. De cualquier forma, en España y en muchos otros países a finales de 2004 e inicio de 2005 sobreviene una “gripe fantasma o, quizás, epidemia de coronavirus SARS 1” que al final fue casi tan virulenta que la del Covid-19, con las consecuencias del pánico informativo incluidas: ¿fue un resurgir del SARS1...?

Sin duda, ésta ha sido una de las más graves contradicciones entre las leyes de la estadística y la historia de la medicina: la pandemia desapareció de golpe en una treintena de países de todo el mundo y en los meses sucesivos, sobretodo con el frio, se observó el exceso de muertes más importante en varias décadas.

Si analizamos las campanas de Gauss de los decesos ocurridos a raiz del Covid 19 y de otras gripes, como la del 2018, vemos que las áreas generadas sobre la media que indican el número global de muertes por exceso en el Euro-momo son bastante semejantes entre 2018 y 2020. No obstante, la campana del Covid 19 por su elevación extrema y pequeña base o varianza no ofrece similitudes con ninguna otra curva de excesos de muertes invernales, salvo la del invierno de 2004-2005, sobretodo en enero, con un exceso muy puntual de 13.000 muertes sólo en España y más de 26.000 durante el invierno, curva que indica un índice de contagio semejante a una progresión geométrica inicial de razón 2.5/día., dicho índice vendría a confirmar que la pandemia de dicho invierno sería del Covid 03 SARS 1.

Repetimos: de dar por válida la hipótesis de la pandemia global del Covid 03, tendríamos conclusiones bastante válidas.

Al estar lejos de la zoonosis, los rebrotes del Covid 19, aunque persistentes, no deberían ser tan graves, como no lo fueron los del probable Covid 03, una vez pasada la pandemia inicial. Por ejemplo, en el invierno de 2005-2006, un año después, los excesos de muertes fueron mínimos y de hecho el virus zoonótico, sin vacunas, desapareció hasta la siguiente “accidente” de 2019.

Otro problema es si las vacunas, que se reiterarán probablemente cada año, podrán ocasionar la persistencia de la zoonosis, como ha sucedido con la de la gripe A(H3N2)

Debemos insistir, una vez más, en la necesidad de preservar la normalidad económica, cuyos desequilibrios afectan a todos, incluso a los que en un principio se puedan ver beneficiados... Siempre se ha dicho que “mata más el pánico que el fuego…”, lo que da respuestas muy claras a lo sucedido.

Tanto el caos, como el aislamiento mal entendido sobretodo en residencias, además de la incorporación de personal menos experimentado en labores tan delicadas en los hospitales como la intubación, de por sí peligrosa, causaron más víctimas que las soportadas por la estadística. Se han dado de forma reiterada situaciones continuas de desequilibrio que en algunos países se ha incrementado todavía más por el uso político de los acontecimientos.

Por otra parte, el tren ranqueante de la economía, con pocas máquinas y con cientos de vagones que se para ahora ya en subida, a causa de un semáforo sanitario, no va a poder arrancar, en el peor de los casos, nunca...