CERRAR EL CAPARAZÓN OCCIDENTAL A LA ESPERA DE UN MILAGRO

¿COMO LIBRARSE DE LA APLASTANTE COMPETITIVIDAD ORIENTAL, LOS ARANCELES SON UNA SOLUCIÓN?

Trump y su entorno intentan liberar a los Estados Unidos de su déficit galopante, de un billón de dólares al año, gravando las importaciones con unos aranceles disparados.

Es evidente, que cualquier acción tiene una reacción igual y contraria, tanto en física, como en economía y la respuesta a las importaciones desde Estados Unidos serán en gran parte proporcionales.

Aunque no fuera del todo así, y el resto del mundo ponga la otra mejilla, con los elevados costes salariales norteamericanos y el PIB super-inflado no podrá nunca ser competitivo contra el austero y laborioso Oriente.

La alta tecnología ya no es privilegio de nadie. Empresas como Apple, que realmente venden, ahora ya se refugian en la marca más que en unas virtudes tecnológicas diferenciales, entrando en la misma dinámica extinguible de las prestigiosas marcas europeas de automóviles, perfumería y moda. El prestigio de la marca de alta gama es un bien efímero y Oriente también lo tendrá arrastrado por su elevada productividad. La riqueza siempre genera élite, se origine donde se origine.

Otras marcas norteamericanas no tienen tanto presente como Apple y venden sólo futuro, son buscadoras de inversiones que es una forma de endeudamiento más saludable que el endeudamiento puro y duro de Europa, también sometida al lastre de los inflados PIB que dejan de lado a la deuda, como si no existiese.

Occidente ha perdido la carrera económica, ahora casi nadie duda de ello. En un mundo globalizado, las empresas no tienen ni patria ni rey. Oriente, además de otras áreas emergentes, recupera su antigua preponderancia económica.

EVITAR LAS REVOLUCIONES CULTURALES

El duro periodo histórico que sufrió China, desde “El gran salto adelante” (1960) hasta el fin de la “Revolución Cultural” (1975), fue causantes de una hambruna que mató a 30 millones de personas e hizo que todo un partido comunista chino se replanteara la necesidad de girar 180 grados el rumbo de su sistema económico y adentrarse en la, esta vez incluso milagrosa, selva de la economía libre.

Por el contrario, las economías inter-electorales occidentales tienen sólo cuatro años de media para endeudarse en lo posible, lo que siempre a nivel de partido es conveniente. Endeudarse significa: comer y dar de comer incluso hasta hartarse y, sobretodo, que la siguiente legislatura de la oposición limpie los platos…

La crisis actual nos debería hacer aprender de la historia y ver que la intromisión política en la economía causa grandes y pequeñas pero siempre nefastas revoluciones culturales.

Si vemos los mayores bancos en capital y beneficios de actualidad, los primeros son todos chinos. También vemos que su balanza de pagos tiene un superávit de 500.000 millones anuales. Por el contrario, por ejemplo, el déficit norteamericano es del doble. Todo ello dentro de una continuidad que no parece que vaya a cambiar de rumbo.

China se libró de su revolución cultural, o lo que es lo mismo, de su cultura económica anti-liberal que la llevo a los límites del desastre, pero quizás ha sabido influir o inducir en otras “revoluciones culturales” occidentales semejantes a través de determinados partidos, es decir, la supeditación casi absoluta de la economía por la acción política, no a nivel del moderado monetarismo, sino de forma integral, a partir de una serie de agendas que tienden a paralizar la economía occidental, quizás para hacerla más barata para los únicos que tengan los recursos para comprarla.