LA AVALANCHA DE LA EDAD DELICADA

LA DINAMICA DE LAS OLAS, DESDE EL FOTON AL CORONAVIRUS


En fluidodinámica, las olas son ondas que se desplazan a través de superficie de fluidos por la superposición o acumulación de partículas. Son generadas por fuerzas de presión y fricción que perturban el equilibrio termodinámico de una masa elástica o fluida. Se las llama olas, si se trasforman en desniveles de superficies fluidas, si son compresiones en volúmenes serán simples ondas.

En estadística, también se denomina “ola” a la representación grafica, por acumulación de: partículas, personas, etc.

Cuando se trata de un efecto ocasional cuantioso, la ola se adapta bastante bien a las leyes numéricas de la campana de Gauss, si además es recurrente como podría ser si es estacional, es decir, que suceda por influencia de la temperatura variable de las estaciones del año, en según que zonas del planeta, en este caso podría adaptarse a una senoide continua, como se utiliza para la previsión estacional del exceso de muertes en el Euromomo.

Cuando se habla de ola epidémica o pandémica es por la acumulación de personas sometidas a unos indicadores determinados: afectados (sintomáticos o no), enfermos, hospitalizados, fallecidos…

El índice más significativo, para definir la gravedad del problema, además de ser el más objetivo ya que no requiere de interpretaciones parciales, es el índice de decesos generales de un área que en su mayor parte serán excesos consecuentes a la pandemia.

El principal centro de análisis estadístico en Europa de este problema es el Euromomo, creado a raíz de las crisis del 2004-2005 (¿Covid 03?) y para el estudio de la potenciada crisis de 2009(gripe A(H1N1).

Fue ideado para obtener la información más inmediata y por tanto útil, ya que los centros estadísticos nacionales, por su complejidad, en general ofrecen informaciones tardías, así como de difícil interpretación para analizar sus causas.

Cuando se habla de las distintas olas de la Covid 19, por el incremento de decesos en España, el dato más significativo, fue el incremento más importante de decesos que tuvo lugar en marzo y abril de 2020, con un aumento en la cresta de la ola que supera un 40 por ciento sobre la previsión de decesos de la época. Fue el más acentuado de Europa y el doble que tuvo uno de los países más afectado en los primeros meses zoonóticos: Italia.

Los excesos u olas posteriores a la zoonosis y el caos de marzo y abril de 2020, son poco relevantes en el conjunto de España, no así por autonomías. De hecho, algunas de las olas estadísticas son inexistentes si se atribuyen al exceso de mortalidad.

Como es lógico, el inicio de cada ola (campana de Gauss) tiene lugar por la acumulación de casos, es decir, muertes en la campana de decesos. Si la población sensible a morir por la gravedad de la enfermedad fuera infinita siempre mostraría un crecimiento exponencial en función de un periodo medio de tiempo de transmisión, por ejemplo, por día: 1, 2, 4, 8, 16, etc.

Si la enfermedad es muy transmisible, como la Covid 19, a inicios de marzo de 2020, el periodo que causó el doblaje del incremento de decesos después era de sólo 20 horas, si bien el caos en residencias y hospitales y las desatenciones pudo acortar el periodo de forma ficticia.

Ahora bien, cuando el porcentaje de población delicada afectable ya es menor que el de la afectada, sucede que la progresión exponencial pasa a ser logarítmica al disminuir la razón por debajo de 1, sucede justo a la mitad de la ascensión de la campana de Gauss e irá decreciendo hasta la cima, cuando la razón pasa a ser negativa y la campana se torna decreciente, sucediendo el proceso simétrico de la campana si se ha llegado a la saturación.

Hemos de entender que si casi se cierra campana es porque ha habido saturación y el virus ya no encuentra víctimas propicias en este caso, muy mayoritariamente, de la ancianidad; de ahí que coincida casi la edad media de las muertes con la esperanza de vida de cada país.

Con enfermedades casi endémicas, como el universo vírico del resfriado, ahora ya con tres coronavirus, además de muchos otros que en su momento zoonotico fueron letales, sucede que no es el virus que alcance a la ancianidad, sino que la ancianidad alcanza a: el virus, una ola de calor, un traspié…


El envejecimiento de la población de países como Italia o España que han tenido un número de hijos por pareja bastante inferior a dos de media, además de otras circunstancias que limitan el crecimiento tradicional de la población, generan una pirámide inversa poblacional y, como consecuencia, un fuerte incremento anual de personas al límite de edad de sus probabilidades de supervivencia, que se traduce en un incremento bastante regular en el número de decesos cada año próximo al 2.5 por ciento de aumento anual, tal como se observa en la grafica adjunta a partir de datos del INE.

En décadas anteriores era común observar que tras una pandemia de gripe, por sus consecuencias directas e indirectas, hubieran inviernos alternativos con muchos y pocos decesos por esa enfermedad; superiores a 100.000 como en 2005 por grandes pandemias y, por el contrario, en el siguiente año el número de decesos invernales se redujeran a sólo la mitad: 50.000 en 2006.

Aparte del aumento de las defensas inmunológicas de la población tras una pandemia, otra causa evidente es que al morir un número mayor de personas con limitadas defensas, al siguiente año se redujeran los decesos de dicho grupo al ser menos numeroso.

Todo esto es fácil de observar en el gráfico adjunto de evolución de decesos.

Ahora bien, en los últimos años no se está observando el mismo fenómeno, debido a la fuerte acumulación por sobre-envejecimiento que podríamos llamar sobre-acumulación o avalancha de personas muy mayores inmunodeficientes o impedidas; como consecuencia, el número de decesos no puede disminuir y cualquier epidemia o pandemia, como la Covid-19, siempre encontrará un número potencial de víctimas extremadamente elevado; lo que hace que España o Italia sean particularmente sensibles y el volumen de decesos sea mayor, cuanto mayor sea su ancianidad.

Es evidente, que muchos fallecidos se encontraban ingresados en residencias geriátricas y que en numerosos casos se han dado circunstancias anómalas potenciadas por el revuelo informativo que no tenía que haberse producido. El caos y pánico consecuente ha ocasionado la permanencia prolongada en situación de acostado supino, favoreciendo la invasión bronquial, mientras que la incorporación o acostado prono hubiera dado probablemente mejores resultados. La capacidad de incorporación o simple cambio de postura es imposibles de realizar en el perfil de una gran mayoría de afectados graves, además de la proximidad de los contagios en los centros, lo que ha potenciado el número de decesos. También, es evidente que el número de decesos en las residencias superan el 10 por ciento anual sin epidemias. Hasta que no pase la inversión de la pirámide poblacional, cada año morirá un porcentaje mayor de ancianos sobretodo impedidos, con o sin coronavirus...