LA NECESIDAD DE UN CONTROL MÁS NUMÉRICO-CIENTIFICO DE LA INFORMACIÓN


Desde el punto de vista del analista numérico ya sea estadístico o matemático, debemos decir que puedes saber si las cosas suceden con mucha o poca probabilidad, pero no el porqué suceden con certeza, aunque puedas tener una visión incluso a veces más sintética que el especialista si éste no hace el necesario “abuso” del análisis numérico.

Es evidente, que al intentar dar una respuesta a la causas probables, sin ser especialista, incurres a errores y desacuerdos con las definiciones o interpretaciones más aceptadas dentro de la especialidad, que deberían ser muchas veces re-interpretadas y corregidas por los especialistas, pero siempre en la línea que marca el análisis numérico, el que hace ciencia a las ciencias.

Desde el análisis numérico se pueden observar continuas contradicciones en cualquier sector de la información, incluso en la información científica, sobretodo en áreas de más reciente incorporación de la estadística, como las ciencias biológicas.

De forma errónea, en todo el proceso de información de la pandemia Covid-19, se han dado continuas informaciones contradictorias, sobretodo con la intención de salvaguardar la prevención de contagios, si bien el efecto ha podido ser el contrario...

Por ejemplo, se ha hablado de forma exhaustiva de “inmunización” por las vacunas, para estimular la aceptación general de la vacunación.

“Inmunización” es una palabra que da un sentido absoluto de no poder ser afectado por algo, lo que está muy lejos de los resultados de cualquier vacuna. Con posterioridad, tal palabra desapareció y también el optimismo consecuente; como preveíamos en artículos anteriores, cuando las personas sobretodo mayores ya vacunadas enfermaron e incluso causaron excesos de mortalidad aunque no cuantiosos según el no demasiado consultado Euromomo.

Como los cortafuegos son incendios más o menos controlados que deben limitar la propagación del fuego, las vacunas son también infecciones “controladas” que deben generar los anticuerpos necesarios para evitar las infecciones mayores.

Como vemos de forma habitual, como los cortafuegos, incluso las vacunas pueden causar problemas graves, si bien, los resultados globales deben ser positivos, es decir, en su conjunto deben evitar un mayor número de muertes.

En determinado tipo de enfermedades, el periodo de inmunidad tras una vacuna o una infección es proporcional al grado de anticuerpos generados y éste, en general, al grado de afectación. Tanto con la gripe, como con la Covid-19, la vacuna sin “inmunizar del todo” tienen una vigencia aceptable media de entre sólo tres y seis meses.

Además, de forma progresiva vimos como los afectados, con síntomas aparentes, tras ser entrevistados, correspondían más a la vacunación masiva que a la pandemia en si misma.

El problema que menos cuadra numéricamente con la ciencia establecida, es el concepto de zoonosis y la posterior reducción progresiva de la gravedad de las epidemias, un fenómeno estadístico incuestionable.

Como hemos dicho en otras ocasiones, sin la zoonosis, o lo que es lo mismo el contagio entre especies, la malignidad de la gripe, producida por el virus de la influenza o la de enfermedades producidas por los coronavirus que afectan a los humanos serían casi intrascendentes. Por ejemplo, sin zoonosis dejaría de existir la más peligrosa gripe A y, a la larga, la estacional B probablemente pasaría a formar parte del grupo de virus del resfriado, grupo que contiene además dos coronavirus históricos, de probables pandemias pretéritas y donde acabará probablemente el Covid-19 ya más amansado y lejos de la zoonosis.

Aunque parezca contradictorio con los conceptos actuales de la evolución de los virus, la estadística nos indica con claridad que la virulencia de una enfermedad transmitida desde un primer contagio animal decrece de forma progresiva a medida que cada humano de la cadena de contagio va incorporando al virus nuevos anticuerpos, incluso la gran epidemia de ébola de 2014, según podemos ver por la evolución de contagios y muertes, durante los primeros meses la tasa de mortalidad era prácticamente del 100 %, mientras que pasados tres trimestre se redujo a cerca de un tercio.

En la evolución de la Covid 19, vemos que en cada nuevo foco de contagio analizado crece progresivamente con el tiempo el porcentaje de asintomáticos contagiados, ya que es cada vez más difícil que los nuevos virus, menos malignos, mantengan los anticuerpos originales de las otras especies de la zoonosis. Poco tienen que ver los actuales virus con los primeros contagios de China o los de Bérgamo y mucho menos se asemejarán a los del próximo invierno, cuando los rebrotes, que lo serán por simple continuidad de la pandemia en circunstancias climáticas más favorables para el virus, se manifiesten como simple resfriado.

En el primer contagio entre animal y humano los antígenos del virus no ofrecen capacidad de neutralización por los anticuerpos del contagiado, ya que provienen de la “lucha” del virus con las defensas inmunológicas de otra especie y, aunque se trate de un virus que tras una veintena de contagios en cadena entre los humanos pueda quedar poco activo; el primer contagio por zoonosis e incluso los inmediatos pueden ser mortales aun en las mejores condiciones físicas de los primeros afectados, sobretodo porque al contagiarse los humanos de un virus adaptado a la lucha con otra especie, el virus se multiplica en el organismo humano con todos los anticuerpos de la especie anterior, produciendo un rechazo del organismo humano no sólo al virus, también a los anticuerpos del organismo anterior.

Son los anticuerpos de la especie transmisora de la zoonosis la clave de los principales problemas de la gravedad de las enfermedades contagiosas.

El murciélago derivado volador de los roedores que hace 65 millones de años crearon nuestro tronco genético es uno de los transmisores zoonóticos, sin duda, más peligroso.

Por una parte, su “proximidad genética” posibilita la zoonosis y por otra es un animal sumamente resistente a las infecciones que pueden llegar a los humanos, probablemente: ébola, covid (SARS Y MERS), entre otros…

Su resistencia, al no sucumbir a la infección, implica ser fácil portador asintomático y más si es muy móvil al ser volador.

Además, su elevada resistencia implica una extremada fortaleza de sus anticuerpos que neutralizan los antígenos de tantos virus, incluso tan poderosos como los del ébola, que más que un virus es un racimo de estos, que constituyen los filovirus.

Es la fortaleza de los anticuerpos del murciélago, que tras replicarse en las células humanas, mediante la zoonosis e incluso en las primeras infecciones entre humanos, hacen que nuestro organismo se vea impotente para neutralizar tan graves inquilinos o, incluso, actúe de forma desproporcionada con una avalancha de citocinas que puede ocasinar la propia muerte.

Esta claro que el volumen de anticuerpos humanos sobre el virus, a la larga, desplaza a los del supuesto murciélago con cada nueva infección entre humanos, y en la misma proporción temporal que la propia infección. Es decir, si la infección prospera inicialmente con el cuadrado del tiempo. Por ejemplo por día: 1,2,4,8…; también lo harán el aporte de anticuerpos humanos sobre los zoonóticos.

De no existir las vacunas sería prácticamente imposible que el antígeno zoonótico pudiera perdurar con el paso del tiempo después del continuado aporte de anticuerpos humanos tras una larga cadena de contagios. Naturalmente, si se pretende crear anticuerpos a partir de la la infección mitigada de una vacuna válida, deben ser del virus o segmento de ARN del antígeno zoonótico.

Aunque aparentemente no puede ser, ya que un segmento de virus de una vacuna no es un virus, el problema es asegurar realmente que el antígeno zoonótico no pueda prosperar en la generación de una nueva epidemia, sobretodo si el primer organismo humano receptor de la vacuna tenía condiciones inmunológicas demasiado mermadas, en tal caso se crearía un circulo vacunación-infección que se perpetuaría, aunque probablemente fuera menos grave que la pandemía zoonótica original.

Entraríamos en la peligrosa situación de problema reiterado de mitigación perdurable, que sería más difícil que prosperara en unas condiciones de libre competencia de mercado, que en otras de “sector protegido”, los que ahogan a las economías democráticas occidentales...

También está claro que la vacuna puede generar casi tanta reacción alérgica como el virus incluso zoonótico. No olvidemos que tales reacciones, como la tormenta de citocinas, causaron el mayor número de muertes en la gripe de 1918 y lo siguen haciendo incluso entre los menos mayores en la actualidad.


Entre la gripe española de 1918 y hasta la gripe asiática de 1957-58 pasaron 40 años sin nuevas zoonosis de la gripe A, durante un periodo que no habían vacunas, si bien ya en 1945 se probaron las primeras en el ejercito norteamericano, no parece que las grandes pandemias de la gripe asiática A(H2N2) y de Hong Kong A(H3N2) tuvieran que ver con vacunas, como siempre el número de muertes atribuidas a ambas gripes podría ser multiplicado por diez. Por el contrario, la persistencia de la última A(H3N2) ya es otra cosa...

Sin duda, el capitulo más extraño es la aparición en 2009 del “arqueovirus”A(H1N1) de 1918, que ya hemos comentado en otros artículos…

La malignidad de los contagios por zoonosis siempre son causa de alarma, ya que se extrapola su gravedad inicial al conjunto de la posible epidemia e, incluso, pandemia.

Los antecedentes de infecciones por coronavirus estaban muy vinculados a la fase inicial de zoonosis, principalmente por el SARS y el MERS que, por la proximidad del contagio desde el animal han sido extremadamente malignos.

De cualquier forma, los primeros contagios por zoonosis de la gripe A, ya fueran por cerdos o por aves, también han sido incluso peores. El problema, es que no habiamos sido conscientes de pandemias globales de coronavirus hasta ahora, si bien es evidente que han sucedido, al menos dos veces, de ahí que formen parte del catálogo de virus del resfriado común.

Se habla de éxito de confinamiento del Covid 03 SARS1, cuando se había considerado pandemia, a raíz de mostrar focos epidémicos en diferentes lugares del Mundo a partir de 2003. De forma casi misteriosa, la pandemia desapareció... Es evidente que perdió morbilidad a medida que los contagios se alejaron de la zoonosis e incorporaron anticuerpos humanos. De cualquier forma, en España y en muchos otros países a finales de 2004 e inicio de 2005 sobreviene una “gripe fantasma o, quizás, epidemia de coronavirus SARS 1” que al final fue casi tan virulenta que la del Covid-19, con las consecuencias del pánico informativo incluidas: ¿fue un resurgir del SARS1...?

Sin duda, ésta ha sido una de las más graves contradicciones entre las leyes de la estadística y la historia de la medicina: la pandemia desapareció de golpe en una treintena de países de todo el mundo y en los meses sucesivos, sobretodo con el frio, se observó el exceso de muertes más importante en varias décadas.

Si analizamos las campanas de Gauss de los decesos ocurridos a raiz del Covid 19 y de otras gripes, como la del 2018, vemos que las áreas generadas sobre la media que indican el número global de muertes por exceso en el Euro-momo son bastante semejantes entre 2018 y 2020. No obstante, la campana del Covid 19 por su elevación extrema y pequeña base o varianza no ofrece similitudes con ninguna otra curva de excesos de muertes invernales, salvo la del invierno de 2004-2005, sobretodo en enero, con un exceso muy puntual de 13.000 muertes sólo en España, curva que indica un índice de contagio semejante a una progresión geométrica inicial de razón 2.5/día., dicho índice vendría a confirmar que la pandemia de dicho invierno sería del Covid 03 SARS 1.

Repetimos: de dar por válida la hipótesis de la pandemia global del Covid 03, tendríamos conclusiones bastante válidas.

Al estar lejos de la zoonosis, los rebrotes del Covid 19, aunque persistentes, no deberían ser tan graves, como no lo fueron los del probable Covid 03, una vez pasada la pandemia. Por ejemplo, en el invierno de 2005-2006, un año después, los excesos de muertes fueron mínimos y de hecho el virus zoonótico, sin vacunas, desapareció hasta la siguiente “accidente” de 2019.

Otro problema es si las vacunas, que se reiterarán probablemente cada año, podrán ocasionar la persistencia de la zoonosis, como ha sucedido con la de la gripe A(H3N2)

Debemos insistir, una vez más, en la necesidad de preservar la normalidad económica, cuyos desequilibrios afectan a todos, incluso a los que en un principio se puedan ver beneficiados... Siempre se ha dicho que “mata más el pánico que el fuego…”, lo que da respuestas muy claras a lo sucedido.

Tanto el caos, como el aislamiento mal entendido sobretodo en residencias, además de la incorporación de personal menos experimentado en labores tan delicadas en los hospitales como la intubación, de por sí peligrosa, causaron más víctimas que las soportadas por la estadística. Se han dado de forma reiterada situaciones continuas de desequilibrio que en algunos países se ha incrementado todavía más por el uso político de los acontecimientos.

Por otra parte, el tren ranqueante de la economía, con pocas máquinas y con cientos de vagones que se para ahora ya en subida, a causa de un semáforo sanitario, no va a poder arrancar, en el peor de los casos, nunca...