LA DIFICULTAD DE LA VIDA SAPIENS CON UN CUERPO HABILIS: FEMINISMO Y SEXUALIDAD EN LA SOCIAL DEMOCRACIA


Desde hace más de un millón de años evolucionó el homo hábilis, cazador y, por tanto, carnivoro.

Se trata de unas 50.000 generaciones que han marcado la pauta de más del 99 por ciento de la pequeña sección del código genético humano, el que nos diferencia de los “primos antropoides”.

Menos del uno por ciento de la sección del código restante se debe a la evolución sapiens. También, el análisis genético nos indica que la gran mayoría de seres humanos sapiens que habita actualmente nuestro planeta es el producto de una muy rápida evolución a partir de un grupo de unos cientos o pocos miles de individuos que por causa de una de las últimas grandes glaciaciones, hace sólo 50.000 años se adentraron, probablemente en el inhóspito norte buscando agua y especies que cazar. La capacidad tecnológica era lo suficientemente elevada como para producir armas de caza y defensa, además de poder fabricar embarcaciones lo suficientemente grandes y resistentes para cruzar incluso estrechos y franjas de mares. El poder tecnológico fue lo suficientemente decisivo como para supeditar a las otras especies y homínidos existentes, incluso al resistente hombre de Neandertal.

Durante 40.000 años fueron cazadores y ganaderos nómadas que se expandieron por Eurasia y América y dominaron su ancestral continente África. Con el aumento de población, las zonas de caza se fueron limitando hasta producirse los primeros asentamientos forzados.

En lugar de cazar las manadas de bisontes y otras especies siguiendo sus desplazamientos estacionales, acumularon forraje para alimentar a los animales y establecerlos en un territorio mas limitado y, por tanto, menos conflictivo. Además, el forraje de gramíneas (cereales...) pudo alimentar en circunstancias difíciles a la propia especie humana. Con los primeros asentamientos, se crean las bases de la ganadería y de la agricultura.

Con el establecimiento de las primeras civilizaciones agrarias nacen las fronteras nacionales, la escritura y, por tanto, el homo sapiens-sapiens actual.

Si tuvieramos que seccionar nuestro código genético del pequeño dos por ciento que nos diferencia del de los antropoides, el 1.80% corresponde a nuestra fase hábilis: 50.000 generaciones, 0,19 a nuestra fase sapiens: 5.000 generaciones. Por último, casi nada; 150 generaciones a nuestra condición sin casi variaciones genéticas evolutivas, aunque si involutivas; a nuestra fase sapiens sapiens.

Nuestro cuerpo actual sigue siendo de base el de un humano cazador, con una distancia media de atención visual de decenas de metros, que no se sienta de forma habitual, que corre aunque no de forma prolongada detrás de sus presas, aunque si camina constantemente.

Se nutre preferentemente de carne aunque no todos los días.

Con la misma constitución física, el sapiens sapiens actual, de las incipientes algo más de 100 generaciones, en muchos casos se sienta de forma muy prolongada delante de su despacho, ordenador, mesa de trabajo, aplastando en el caso de los machos, su próstata, forzando su vista a un campo de visión inferior a un metro que le creará problemas de miopía. Comerá varias veces al día con una acumulación de grasas y, sobretodo, haciendo uso de su limitadísima área del habla de Broca, para sustituir al resto de cerebro, en un nuevo pensamiento conceptual, además, claro está, de deteriorarse a marchas forzadas por su falta de autoselección natural.

Muchas veces el conjunto de información que recibimos en nada tiene que ver con nuestra estructura y evolución biológica, como si pudiéramos tener un código genético de quita y pon.

Es corriente que se intente cambiar el concepto de la biología humana a causa de intereses políticos o gremiales para crear más oportunidades económicas en sectores protegidos o, en la menos nociva consecuencia, puestos de trabajo para afiliados o simpatizantes de determinados grupos políticos. Sin duda, la descolocación biológica crea oportunidades y votos…

Simples operaciones “estéticas” pueden ser vendidas e interpretadas como imposibles cambios reales biológicos, aunque las consecuencias sean estadísticamente muy negativas...

Sin llegar a este tipo de consecuencias, se preconiza un enroque en los hábitos sexuales de los humanos que no se da en ninguna especie.

De todos es sabido que la hembra es el individuo que tiene el privilegio de la gestación de la vida en las especies más complejas. Por tanto, es la que debe sobrevivir de forma prioritaria para que la especie no desaparezca.

Vemos que en muchas especies que tienen un apareamiento peligroso, la hembra es el individuo físicamente más fuerte, como en los arácnidos o insectos. Por ejemplo, en muchos arácnidos el macho, más débil, acaba siendo devorado por la hembra si puede ser después del apareamiento. Si fuera al revés, y el macho fuera más fuerte, sin duda, la especie se extinguiría.

La “gloriosa” poligamia del macho es común en muchas especies, no por privilegio que deba proteger al macho dominante, sino por lo contrario, con un macho basta para que los recursos limitados puedan nutrir al mayor número de hembras y sus crías, lo que da más oportunidades de supervivencia al grupo.

Es bien conocido el poco esfuerzo y limitado número de los zánganos en una colmena, con tan sólo los necesarios y suficientes basta y cuando se reproducen mueren. Es el producto de miles de años de evolución de una estructura social compleja.

Supongamos que en esa colmena sobreviene una revolución zanganista, como sucede en otras especies “superiores” y se considere que el “trabajo fundamental y privilegiado” fuera el del zángano. En consecuencia, la colmena se extinguiría o en el mejor de los casos bajaría su indice de reproducción o natalidad, siendo fácilmente ocupada por otras abejas más tradicionales.

El “zanganismo” en cierto modo puede ser extrapolable a otras especies; en donde se considere más prestigiosa la labor del macho, incluso en sectores tan secundarios como la política. De cualquier forma, se podrá producir un enroque social que creará muchas oportunidades de sobrecarga estructural y funcionarial, es decir, del “pan para hoy y hambre para mañana o ya esta tarde”.

Si bien, como en la colmena, al bajar el indice de natalidad por debajo de la paridad del 2 hijos por pareja, incluso como en la actualidad en muchos países hasta cerca del 1, se crea las oportunidades para ser absorbidos, por simple selección natural, por otras culturas menos “avanzadas”…

¿Quien puede calificar esa invasión cultural de nefasta o, incluso, sólo de peor; si es la más biológica y, por tanto, perdurable…?

Para que se produzca el enroque del “cambio”, casi todo tiene que ser al revés, con las consecuentes circunstancias caóticas de los cambios biológicos que hacen que la gran mayoría de las mutaciones sean de autodestrucción. Siempre quedará la improbable esperanza de que alguna no lo sea…

Por ejemplo, uno de esos cambios casi forzados por la política se da en los hábitos sexuales entre los jóvenes humanos de la cultura occidental.

Antes o en otras culturas todavía en la actualidad, de forma tradicional y,los resultados en general no eran malos, las relaciones sexuales completas eran el producto de la evolución de un aprendizaje mutuo de las parejas de adolescentes bastante estables “novios”, que maduraban su sexualidad de forma paulatina por los juegos preliminares, el conocimiento mutuo y progresivo, que en general llevaba a una maduración sexual bastante completa.

Salvo en los frecuentes casos de violación de no pocas especies, la hembra siempre escoge al macho, pero no tanto el momento; de ahí, que sean necesarios los juegos de seducción de tantas especies hasta que el macho esté dispuesto simplemente porque le es imprescindible la erección. Es decir, la elección acaba siendo femenina pero la erección masculina es imprescindible en una relación completa.

En la actualidad, en Occidente es común que el sexo se convierta en la tarjeta de visita de muchos jóvenes. La promiscuidad casi forzada durante la adolescencia occidental lleva a muchos fracasos en ambos sexos. Las primeras experiencias, muchas veces nada íntimas,en más de la mitad de los casos son bastante frustrantes, incluso dolorosas en las chicas, mientras en los chicos, por falta de confianza o intimidad, conlleva frecuentemente problemas de erección o eyaculación que, en la mayoría de los casos, son puramente psicológicos o circunstanciales, pero que pueden traducirse en un estigma socialmente potenciado por los intereses del entorno.

Esos fracasos promovidos en parte por una política cultural desacertada,crean a su vez oportunidades políticas y gremiales mediante latrasferencia” de sexos, con un sinfín de intereses sectoriales expectantes y al acecho. Como en cualquier tema social, siempre hay algún gremio o partido dispuesto a encasillar y politizar al afectado y hacerle perdurar la idea de que se trata de un problema perenne a resolver, lo que debería ser, en la mayoría de casos, una simple circunstancia a olvidar...