DE LA ZOONOSIS AL CORONAVIRUS DEL RESFRIADO
Sin la zoonosis, o lo que es lo mismo, el contagio entre especies, la malignidad de la gripe, producida por el virus de la influenza o la de enfermedades producidas por los coronavirus que afectan a los humanos como el simple resfriado, además de otras muchas, serían casi intrascendentes. Por ejemplo, sin zoonosis dejaría de existir la más peligrosa gripe A y, a la larga, la estacional B probablemente pasaría a formar parte del grupo de virus del resfriado, grupo que contiene además dos coronavirus históricos, de probables pandemias pretéritas y donde acabará probablemente el Covid-19 ya más amansado y lejos de la zoonosis.
La estadística nos indica con claridad que la virulencia de una enfermedad transmitida desde un primer contagio animal decrece de forma progresiva a medida que cada humano de la cadena de contagio va incorporando al virus nuevos anticuerpos.
En el primer contagio entre animal y humano los antígenos del virus no ofrecen capacidad de neutralización por los anticuerpos del contagiado, ya que provienen de la “lucha” del virus con las defensas inmunológicas de otra especie y, aunque se trate de un virus que tras una veintena de contagios en cadena entre los humanos pueda quedar poco activo; el primer contagio por zoonosis e incluso los inmediatos pueden ser mortales en las mejores condiciones físicas de los primeros afectados.
La malignidad de los contagios por zoonosis siempre son causa de alarma, ya que se extrapola su gravedad inicial al conjunto de la posible epidemia e, incluso, pandemia.
Si se ha llegado a tiempo, todas las medidas posibles para evitar la expansión del foco de la epidemia son justificables: por la gravedad de los primeros contagios y, sobretodo, para evitar la pandemia.
En estas circunstancias, no es permisible: ni pasear al perro, ni ir a por tabaco, ni a por la insustituible prensa; ni, incluso, desplazarnos a por cosas de supervivencia. Por ejemplo, los alimentos tendrían que ser trasladadas a los confinados.
Otra cuestión muy diferente es cuando se ha alcanzado la pandemia a nivel mundial, cuando el número de contagios es prácticamente infinito: infinito menos algo o menos mucho es siempre infinito… Por tanto, en circunstancias de pandemia, ya sea en Bielorrusia, en Suecia o en España; todas las curvas de evolución de la enfermedad en función del confinamiento a destiempo o pandémico, deberían ser semejantes, es decir, como si no hubiera confinamiento; eso si, con variaciones que las empeoran algo como: clima frio, concentración de población y, la peor de todas, la alarma o pánico social.
Parece increíble que a la hora de parar algo por un confinamiento imposible, no sea ni al perro, ni al tabaco, ni la prensa; sea nada nada menos que parar la máquina de la ranqueante economía; que en España arrastra cientos de vagones cargados de gremios, de deudas, de falta de competitividad, de paro estructural. ¿Podrá arrancar de nuevo…?